Benavides y Malospelos

"De las dichas y desdichas de los Leones del Congreso"
Pero son dos y cada uno tiene su propio nombre: uno es Daoíz y el otro Velarde, aunque la gente los rebautizo con otros dos nombres más castizos. "Benavides" y "Malospelos" (así rebautizados cariñosamente por los madrileños).


Todo comienza un día de 1850 cuando una vez inaugurado el edificio del Congreso se colocan sendas farolas en el lugar que hoy ocupan los leones. La gente les toma manía y se comienza a pedir ideas para sustituirlas. 
Se encarga la tarea al escultor de moda, Ponciano Ponzano, al que se le ocurre  colocar un par de leones flanqueando la entrada. Sin embargo, era un poco maniático por lo que nunca realizaba obras en piedra. Por tanto y como no había dinero para realizarlos en metal, se fabrican los leones en yeso, eso si con una buena manita de pintura que simulara el color del bronce.  En 1851 se colocan los leones,  pero en menos de un año ya estaban deteriorados.
Nuevamente, ante la presión social, los políticos se ponen en contacto con Ponciano para realizar los leones en bronce. Sin embargo el presupuesto resultaba excesivo para las paupérrimas arcas del país y las negociaciones con el escultor quedan rotas.
Así que cambian de criterio decidiendo poner dos leones realizados en piedra por el escultor José Bellver.  Pero nuevamente fue otro fracaso porque eran demasiado pequeños y más que leones parecían dos perritos  diminutos y malcarados. Así que estos leones después de una temporada allí puestos fueron vendidos por feos.
Decidiendo entonces dejar el  asunto en manos del ejército, que se puso en contacto con una fundición de Sevilla. La reina Isabel II, ordenó que se fundiera en Sevilla con la supervisión de nuestro ya querido y conocido Ponzano. 
Dado que continuábamos sin tener dinero, decidieron fundir unos cañones incautados en la Guerra de Marruecos, que habían sido traídos a España como trofeo de guerra.
Por fin en 1865, los leones, bautizados como Daoíz y Velarde (nuestros héroes del 2 de Mayo de 1808) fueron terminados y alabados incluso por la reina.
Pero con tanta gente opinando, al ser trasladados a Madrid un grupo de parlamentarios empezó a criticar el origen guerrero del bronce, argumentando que no podían representar al congreso dos figuras realizadas con material de guerra.
Se llegó incluso a hablar de su destrucción, pero afortunadamente (para los leones por lo menos) en 1872 dejaron el debate y se colocaron en el lugar que ocupan en la actualidad.
Pero no acabaron aquí todas las desdichas de los animalitos, todavía en 2009 han estado enjaulados en unos cajones de madera durante ocho meses para protegerse de las obras que se han realizado en la plaza de las cortes para construir un nuevo aparcamiento subterráneo.
Y hasta aquí las andanzas de Benavides y Malospelos.