Con 65 años ya no se es viejo ....

El estudio Bupa Health Pulse (Multinacional de seguros de salud), elaborado con entrevistas a 12.262 personas de doce países, lo confirma. El 72% de los españoles mayores de 65 años se sienten jóvenes y sanos, como la mayoría de las personas entrevistadas en Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia, México, Rusia, China, Brasil, Estados Unidos, Australia y la India. Pocos se consideran una carga social por llegar a los 65 años. No es que se resistan a envejecer, es que se encuentran bien. Hacen deporte, se cuidan, se ocupan de sus nietos, consumen, viajan… forman parte de un grupo de edad activo.
Hoy la gran mayoría de las personas que entran en la sexta década de la vida, lo hacen con paso firme y sin problemas que les conviertan en una carga social. No sólo no necesitan cuidados especiales, sino que se convierten en cuidadores de personas dependientes y de niños pequeños.No necesitan cuidados y se sienten jóvenes, pero al cumplir los 65 años la estadística les convierte en ancianos.

Esa edad crítica es el punto de inflexión que tienen en cuenta todas las administraciones cuando hacen sus cálculos de previsión de envejecimiento de la población. Este indicador cronológico se maneja desde hace décadas sin tener en cuenta la ganancia en la esperanza de vida ni la mejora del estado de salud de este grupo de edad en los últimos años.
Y si hubiera que elegir una edad para definir a alguien anciano, ¿cuál sería? Según los resultados de la encuesta Bupa Health,  los españoles aceptan que la entrada en la edad de jubilación significa el paso a la madurez, no la ancianidad.
Para tres de cada diez franceses, una persona sólo puede considerarse mayor cuando alcanza los 80 años. En el lado opuesto se sitúan los asiáticos. Seis de cada diez chinos piensa que la vez les llega antes de los 60 años.
Las distintas respuestas revelan cambios culturales y de actitud frente a la vejez. Y también diferencias en la esperanza de vida al nacer. Frente a los 82-83 años de Francia y España, en China sólo llega a los 73.
A pesar de esta actitud positiva hacia el envejecimiento, la mayoría de personas en todo el mundo no han planificado nada sobre lo que sera su vejez. Menos de una cuarta parte (22%) de más de 65 años han previsto reservar parte de sus ingresos  para cuando lleguen a esa situación. Dos tercios de los encuestados (66%) dan por supuesto que su familia estará allí para asumir la carga que suponga atenderles. Sin embargo, un informe Bupa patrocinado por la London School of Economics (LSE) revela que la red de cuidados familiares (el modelo tradicional de familia cuidando a sus ancianos) se está desintegrando.
El Dr. Sneh Khemka, director médico de Bupa International, opina que:
"Estamos viendo el comienzo de una crisis global en la atención de las personas mayores en todo el mundo por la falta de plantificación para su vejez. Es realmente alentador ver que muchos Mayores están viviendo más tiempo, de manera más saludable y más feliz, pero no debemos caer en la complacencia. La gente ahora ha de  empezar a pensar en  quién cuidará de ellos, cuando ya no puedan cuidar de sí mismos. Hablamos mucho de las pensiones, pero no de nuestras necesidades de cuidado a largo plazo. El riesgo que corremos es que las familias estarán en peligro de no poder hacer frente a las necesidades tan especializadas que suponen el cuidado de sus familiares ancianos.
Recientemente, un grupo de investigadores austríacos proponía en la revista «Science» un nuevo método para medir el envejecimiento que, además de la edad cronológica, tiene en cuenta otros factores más importantes, como el estado de salud y discapacidad de cada persona. Su apuesta no se limita a calcular la esperanza de vida, sino los años que se viven en buen estado físico.  Este sistema, según los autores, ofrece un cálculo más real de la situación a la que nos enfrentamos y muestra que la población envejece a un ritmo más lento.
Estudios recientes nos han demostrado que el gasto sanitario se concentra en particular en el último año de vida. En términos de asistencia social, lo importante es entender hasta qué punto los años extra de vida que disfrutamos se pasan en un estado de dependencia física o no.
Los estudios que han proyectado el gasto público sanitario en base al número de personas mayores de 65 años sin tener en cuenta otros factores pueden fácilmente sobreestimar el crecimiento futuro del gasto público.
De cualquier forma, el aumento en la población mayor conllevará un aumento muy importante en el gasto socio-sanitario futuro y una gran parte del incremento del gasto se deberá a otros factores como el aumento del coste por unidad de los servicios. Así que aunque a lo mejor la situación no sea tan dramática como algunos estudios han sugerido, el impacto del envejecimiento sobre la demanda de servicios públicos es aún uno de los retos más importantes para las políticas sociales en la mayoría de países industrializados