La última vez que un escuadrón de cazas italianos sobrevoló Libia fue el 1 de septiembre de 2009. Ese día no tiraron bombas. Fue un vuelo de homenaje de las Frecce Tricolori: una patrulla acrobática de la fuerza aérea italiana que participó en los fastos por los 40 años de la dictadura del coronel Gadafi. Fue “una conmemoración histórica”, según uno de los allí presentes: el ministro de Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos.
Si el coronel decide huir de Trípoli y refugiarse en algún otro lugar, podría probar en Madrid. Ya tiene la llave de oro de la ciudad. Se la entregó Gallardón, en 2007, durante un emotivo acto en el que el alcalde elogió “los lazos históricos y culturales” que unen a ambos países. En ese mismo viaje, su primera visita oficial a España, también fue recibido por Zapatero y por el rey. Juan Carlos de Borbón incluso le permitió pasar revista a una compañía de la Guardia Real al tiempo que la banda de música interpretaba una marcha militar: “El viejo almirante”. La visita de Gadafi fue muy rentable para algunos. Las ventas de armas españolas para el ejército del dictador que hoy combatimos crecieron un 7.700 por ciento.
El rey devolvió el viaje oficial en 2009, acompañado, entre otros, por el verdadero jefe de la diplomacia española: el presidente de Repsol, Antonio Brufau. Zapatero repitió el homenaje hace menos de un año y se convirtió así en el segundo presidente del Gobierno español en pisar Libia. El primero fue Aznar, en 2003, y de aquella reunión quedó una bonita amistad, hoy olvidada. Aznar y Gadafi se volvieron a ver en 2007, en una cena privada en Sevilla. Probablemente, como en todas esas reuniones, hablaron del infinito respeto por los derechos humanos.