Pasado el invierno, cuando el calor del hogar va quedando atrás y llega la primavera llena de color, alegría y esplendor, en esa estación tan llena de vida es cuando se empezaba a preparar esas tan esperadas vacaciones que normalmente eran en el mes de agosto donde los obreros, empleados y demás nos íbamos esos 15 o 20 días de vacaciones.
Eran los años 80. Vivíamos entonces en Valladolid (mi mujer y yo con nuestros hijos de 15, 13 y 8 años). Como la mayoría de los que nos toca vivir en tierra adentro, casi siempre buscábamos la playa. En el mes de Marzo y Abril comenzábamos a buscar ese apartamento o esa casa que, para abaratar costes, a veces utilizábamos dos familias.
Este verano del 85 la cosa estaba prácticamente organizada sin darnos cuenta que no siempre se consigue aquello que habíamos planeado.
En el mes de Julio de este año la niña pequeña se fue de campamento, esta era su primera salida sola del hogar y no fue una buena experiencia. A los diez días de estar en el campamento tuvo un accidente en la rodilla y nos la entregaron en un estado lamentable; tuvimos que llevarla a urgencias de donde salimos con una pierna escayolada y cuarenta días como mínimo sin poderse mover. Todos nuestros planes por los suelos.
A partir de ese momento había que replantear las vacaciones. Ya estaban pedidas en la empresa y no había posibilidad de cambios ¿Qué hacer? Pasamos unos días dándole vueltas. Los niños por un lado y mi mujer por otro, todos querían vacaciones.
Anulado el compromiso del apartamento, la playa quedaba descartada. Sin embargo la vida está llena de casualidades y cuando una puerta se cierra otra se abre. Uno de mis compañeros de trabajo nos dio una idea, una oportunidad de pasar nuestras vacaciones.
Sin necesidad de ir a la playa y mucho más cerca estaba el lago de Sanabria que disponía de un camping en los alrededores. Reuní a la familia, lo propuse y puesto que a todos nos pareció que sería una experiencia novedosa, aceptamos el reto.
Llegada la fecha cogimos la tienda de campaña con los niños y la pequeña con la escayola y nos fuimos al lago.
Bonita experiencia que nos congratulo a todos. Por fin este veranos también hubo vacaciones, no como pensábamos, pero satisfechos de que la vida nos hubiera permitido vivir una nueva experiencia difícil de olvidar.
Esta vida es bella cuando estamos abiertos a todas la posibilidades que se nos ofrecen; no importa donde pasemos las vacaciones lo que verdaderamente importa es la actitud con la que nos tomamos las circunstancias que se nos acontecen.
En este verano no dimos las gracias por el accidente de la niña, pero si dimos las gracias por la oportunidad que la vida nos dio de conocer nuevas formas de disfrutar los días de vacaciones.
Gracias al verano que nos da sol para disfrutar, ya sea en el agua la montaña o el bosque.
Cuando llega el verano, estemos donde estemos no nos olvidemos de disfrutarlo al máximo, pues es seguro que este ya no volverá.
Via: Numero 3 de la revista "Zona Senior"