El propóleo es una sustancia que obtienen las abejas de las yemas de los árboles y que luego procesan en la colmena, convirtiéndola en un potente antibiótico con el que cubren las paredes de la colmena, con el fin de combatir las bacterias, virus y hongos que puedan afectarla.
La cantidad promedio que pueden producir por colmena durante un año depende de la raza de abeja, suele estar entre los 150 g y 300 g.
Se recolecta al comenzar la primavera, ya que es necesario en la colmena durante los tiempos fríos. Para la recolección, el apicultor coloca una plancha plástica perforada sobre los cuadros de la colmena; en el momento de recolección, se introduce en un congelador hasta que el contenido se congele y así poder retirarlo más fácilmente; luego se lo introduce en agua caliente para separar el propóleos de la cera, las abejas muertas o restos de otros animales. En este momento el propóleo se presenta como una sustancia similar a una goma de mascar. Luego toma una forma granulosa y floja, de color ligeramente oscuro. Se lo conserva en recipientes de vidrio, nunca de plástico, lejos del aire y de la luz.
Al final resulta de la mezcla compleja de resinas, ceras, aceites esenciales, polen y microelementos, de consistencia viscosa y de color verde, pardo, castaño, rojizo e incluso puede ser casi negro, dependiendo de su origen botánico. Esta sustancia, es conocida por el hombre desde tiempos remotos.
Dentro de sus múltiples propiedades se han reconocido hasta veinte y podemos nombrar algunas como ser: antibióticas (bactericida y fungicida), antivirales, antitumorales, cicatrizantes, antiinflamatorios, analgésicas, antialérgicas, epitelizantes, anestésicas, inmunoestimulantes y antioxidantes.
En términos de acción farmacológica, los principales constituyentes del propóleo son los compuestos fenólicos. Estos se caracterizan por la presencia de al menos un grupo oxidrilo unido directamente a un anillo aromático. En la naturaleza podemos encontrar diversos tipos de compuestos fenólicos entre los que se pueden citar los ácidos fenólicos (benzoico, cafeico, ferúlico y cinámico) y los flavonoides. Algunos compuestos fenólicos de origen vegetal nos resultan familiares, al menos por su acción organoléptica, por ejemplo la vainillina, el anetol y el eugenol. Los flavonoides absorben radiación electromagnética en la zona ultravioleta y de esta forma representan una protección natural para las plantas contra la radiación ultravioleta del sol. Esto explica el efecto protector sobre la piel, que ejercen ciertos preparados en base de propóleo.
El propóleo en si, es una sustancia natural, no presenta contraindicaciones, salvo por algunas reacciones alérgicas a algún aditivo sintético agregado o toxicidad por sobredosis, se puede consumir libremente. Se ha demostrado perfectamente compatible y hasta complementario de otras prácticas terapéuticas.
Históricamente se lo ha utilizado para tratar catarros de las vías respiratorias altas, resfriado común, gripe de cualquier virus y cepa, sinusitis, otitis, laringitis,bronquitis, asma bronquial, neumonía crónica, tuberculosis pulmonar. También se la utiliza en dermatología para el tratamiento de abscesos, forúnculos, sabañones, grietas, verrugas, infección en la raíz de las uñas, entre otros daños de la piel. Es también eficaz en otros problemas como conjuntivitis, infecciones y llagas bucales, etcétera. Se conoce que los egipcios utilizaban el propóleos como parte de los ingredientes para conservar las vísceras de los faraones.