Partimos de que la risa es la respuesta fisiológica del humor y la risa como expresión de este sentimiento es “una experiencia orgánica total” en la que participan todos los principales sistemas del organismo como: el muscular, el nervioso, el cardíaco y el digestivo.
La risa a nivel físico incrementa el ritmo cardiaco, influye en el sistema nervioso parasimpático, normaliza la presión sanguínea, aumenta la capacidad pulmonar etc.
A nivel cognitivo, ayuda a las personas a reírse de sí mismos y autoaceptarse, distancia y relativiza los problemas y enseña a disfrutar de la vida y a comprobar lo importante que es pasarlo bien.
Y a nivel social, potencia y fortalece la motivación del grupo, ayuda a sentirse cercanos y próximos a los otros, aumentan las oportunidades de pasarlo bien, gozar y disfrutar, se enfrentan los problemas desde una perspectiva creativa y lúdica etc.
El tránsito de nuestra vida laboral a la jubilación provoca en las personas que se encuentran alrededor de los 65 años, una libertad repentina con la que no saben que hacer. Por otro lado una gran cantidad de mujeres que superan los 65 y que nunca han trabajado fuera del hogar, con su casa vacía por la ausencia de sus hijos y los nuevos problemas que ocasionan sus maridos intentando saber que hacer con ese tiempo “extra” resultado de la jubilación, provoca numerosas tensiones en la pareja. Como resultado de todo esto es importante saber afrontar la jubilación y sustituirla por algo que nos llene.
Aceptar el envejecimiento requiere un periodo de adaptación, en el cual nos sentimos tristes y a veces puede ir acompañado de un estado de depresión, pues nos damos cuenta que hemos pasado a formar parte activa del último periodo de nuestra vida, el de “mayores”. El pesimismo, la preocupación excesiva o la desgana son muy importantes en esta fase de la vida. Hay que aprender a superarlos.
Debemos aprender a envejecer bien, a mantenernos activos aceptando el discurrir del tiempo, a ser amables, a mantenerse fieles a lo que somos, a interesarse por los demás y a continuar aprendiendo de ellos, a mirar el lado bueno de las cosas, a conservar el sentido del humor? ¿Esto se aprende? Algunos piensan que es ingenuo creerlo.
Para envejecer bien primeramente hay que aceptarlo, si lo miramos desde un prisma positivo, debemos aceptar el paso del tiempo, con una postura alegre, sin egoísmo, aprendiendo a ser amables, sin quejarnos y manteniéndonos fieles a lo que somos. Debemos aprender de los demás, sin llegar a aburrirlos con nuestras manías, a ver que las cosas aunque algunas veces vienen mal, también tienen un lado bueno, y, por supuesto, a conservar nuestro sentido del humor. Creemos que es importante a la hora de acercarnos a esta nueva etapa de la vida, reforzar algunas fortalezas: “Amor, fe y el humor”. Muchas personas piensan que ellas no las poseen y ese hecho ya les va a condicionar a ser infelices el resto de su vida, pues les han enseñado que uno nace con una estructura determinada por lo que si tiene la suerte de tenerlas, será afortunado, y si no, será desdichado. Hay que aprender el arte de vivir, disfrutar y relacionarse. Es necesario desarrollar estrategias y habilidades intra e interpersonales con la intención de lograr mejorar su sentido del humor para superar fustracciones, sobrellevar desencantos, superar duelos, desterrar momentos de apatía así como valorar aquellos momentos, situaciones y personas que nos hacen reír y divertirnos, con el objetivo de establecer una buena comunicación consigo mismo y con las personas con las que se interrelaciona y con el entorno.