"Un tercio de los medicamentos
comercializados son completamente ineficaces, no tienen ningún efecto
terapéutico. Otro tercio puede causar problemas secundarios al no ser
bien tolerados por el paciente o se utilizan mal al prescribirlos a
personas que no los necesitan. Finalmente, queda otro 33% que es la
cantidad de fármacos realmente útiles para curar una enfermedad o algún
problema de salud”.
Estos son los controvertidos datos que el francés Philippe Even, profesor emérito en la Universidad Paris Descartes
y antiguo miembro de la comisión científica del Ministerio de Sanidad
galo, ha obtenido tras analizar con su equipo de colaboradores cerca de
20.000 informes sobre medicamentos comercializados en Francia.
Even, como aclara en una conversación con El Confidencial,
es consciente de que ha abierto la caja de Pandora sobre una cuestión
de primer orden, tanto para los consumidores, como para los gobiernos
que subvencionan estos productos y, principalmente, para los grandes
laboratorios farmacéuticos. La repercusión de su último libro Le guide des médicaments: utiles, inutiles ou dangereux
es una buena prueba de ello. Sin embargo, no le tiembla la voz a la
hora de señalar a los culpables: “En primer lugar los profesionales
médicos, que están desinformados o seducidos por los ‘regalos’ de los
visitadores médicos; en segundo lugar, la Agencia Europea de Medicamentos (EMA),
que es quien autoriza la comercialización y, finalmente, la propia
falta de moral de la industria farmacéutica, que conoce a la perfección
los riesgos y beneficios de sus productos, pero aún así hace todo lo
posible por comercializarlos, una actitud que en parte es normal porque
ese es su negocio”.
Una responsabilidad compartida entre laboratorios, gobiernos y médicos
La larga experiencia de este investigador octogenario, el unánime
reconocimiento de la comunidad científica por su contribución a la
ciencia y, quizá también, su condición de retirado del cuerpo de
funcionarios del Estado, hace que Even exponga sus
críticas con una agradecida claridad y sin preocuparse por convertirse
en el enemigo público número uno de esta poderosa industria. “Conozco
muy bien el funcionamiento de las comisiones encargadas de dar el visto
bueno a los fármacos y te puedo decir que muchos de sus miembros tienen
relaciones muy próximas a las propias farmacéuticas, incluso
económicas”.